“Virgen Santa, Madre de Dios, Madre mía y Patrona mía, me pongo bajo tu Protección y me arrojo con confianza al seno de tu Misericordia. Sé, oh Madre de bondad, mi Refugio en mis necesidades, mi Consuelo en mis dolores y mi Abogada ante tu adorable Hijo, hoy, todos los días de mi vida, y particularmente en la hora de mi muerte. Ángel del cielo, guía mía fiel y caritativa, consigue que sea tan dócil a tus inspiraciones y regule tan bien mis pasos, que no me desvíe en nada del camino de los Mandamientos de mi Dios. Gran Santo cuyo nombre tengo el honor de llevar, protégeme, ruega por mí, para que pueda servir a Dios como tú le serviste en la tierra, y glorificarlo eternamente contigo en el Cielo. Almas muy felices, que por la Gracia del Señor habéis alcanzado la Gloria, obtenddme dos cosas de Aquel que es nuestro Dios y Padre común: que nunca le ofenda mortalmente, y que quite de mi corazón todo lo que le desagrada”. Amén

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