Glorioso San Miguel, príncipe de la milicia celestial, protector de la Iglesia universal, defiéndenos de todos nuestros enemigos visibles e invisibles, y nunca caigamos bajo su cruel tiranía. San Gabriel, tú que con razón eres llamado la fuerza de Dios, ya que has sido elegido para anunciar a María el Misterio donde el Todopoderoso desplegó la fuerza de su brazo, conozcamos los tesoros que encierra la persona del Hijo de Dios, y seamos nuestro protector junto a su augusta Madre. San Rafael, caritativo guía de los viajeros, tú que por virtud divina haces curaciones milagrosas, dígnate guiarnos en la peregrinación de esta vida, y cura las enfermedades de nuestras almas y las de nuestros cuerpos. Amén.

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