¡Señor, Dios de bondad y misericordia, que nos enviaste a tu Hijo Jesucristo para traernos la salvación de la vida, ten piedad de todos nuestros hermanos, a quienes llamaste a ti en las trágicas circunstancias de la guerra! Oramos por quienes te han conocido, amado y servido: dales lo que, con toda la fuerza de su esperanza cristiana, tanto desearon durante su estancia aquí abajo. Oramos por aquellos que no te conocieron, pero que te buscaron toda su vida en la ansiedad y angustia de sus almas, y te encontraron solo en la muerte. Finalmente, te rogamos por aquellos que no te han conocido ni siquiera te han buscado, y a quienes, sin embargo, nunca has dejado de amar. No obstante, os han servido cumpliendo leal y valientemente su deber hasta el último sacrificio. ¡Ten piedad, Señor, unos de otros! Todos ellos son tus hijos. Dales a todos vida eterna en luz y paz. Amén

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